Descubren en Argentina un dinosaurio que se defendía con alargadas espinas gigantes en el cuello

Recreación de un grupo de Bajadasaurus Pronuspinax pastando. -Imagen del CONICET.-

En la provincia argentina de Neuquén han descubierto una nueva especie de dinosaurio saurópodo con unas características que lo hacen muy especial. Los responsables del hallazgo han sido los investigadores del CONICET siglas de Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas.

A la nueva especie se le ha bautizado con el nombre de Bajadasaurus pronuspinax. El nombre viene de la formación geológica donde se encontraron los fósiles conocida como Bajada Colorada, y lo de pronuspinax, es precisamente por las asombrosas largas espinas inclinadas hacia delante que caracterizan su singular cuello.

Los saurópodos son un grupo de dinosaurios herbívoros y cuadrúpedos que vivieron entre el Triásico Tardío y el final del Cretácico Superior, caracterizados por su gran tamaño y el largo de su cuello y cola. Desaparecieron junto con el resto de dinosaurios durante la extinción masiva del Cretácico-Paleógeno, hace 65 millones de años, una época en la que se debieron juntar una serie de desdichados eventos para los dinosaurios, en los que estuvo implicado, quizás como remate final, el impacto de un asteroide de al menos 10 kilómetros de diámetro en lo que ahora es Yucatán.

Los restos encontrados debieron pertenecer a un animal con una vida más pacífica, porque falleció mucho antes de la extinción, vivió a comienzos del Cretácico Inferior hace aproximadamente 140 millones de años. Fue la época de esplendor de los dinosaurios, la Tierra era un diono-planeta. A este mismo grupo de saurópodos pertenece también Amargasaurus cazaui, especie que habitó el continente sudamericano unos 15 millones de años después que Bajadasaurus y que fue hallada en Neuquén en la década de los años 80 por el paleontólogo argentino José Bonaparte.

El estudio del cráneo descubierto, el mejor preservado mundialmente, sugirió a los investigadores que estos animales pasaban gran parte del tiempo alimentándose de plantas del suelo mientras las cuencas de sus ojos, cercanas al techo del cráneo, les permitían controlar lo que sucedía en su entorno.

¿Pero para qué servían esas largas espinas del cuello?

Se han propuesto varias hipótesis. Por un lado que las espinas servían de soporte de una especie de vela que regulaba la temperatura corporal de los dinosaurios, o que conformaban una cresta de exhibición que les otorgaba mayor atractivo sexual, al estilo de la cresta de los gallos, pero a un tamaño enorme. También se especuló con que estos animales podrían haber tenido una joroba carnosa entre las espinas que servía para almacenar reservas de alimento; pero colocar una reserva pesada justo en el cuello no parece una buena idea. Otra presunción es que las espinas estaban cubiertas con fundas de cuerno que cumplían una función defensiva frente a potenciales ataques.

Pablo Gallina, investigador adjunto del CONICET declaró que: “Nosotros creemos que las largas y puntiagudas espinas -extremadamente largas y finas- en el cuello y la espalda de Bajadasaurus y Amargasaurus  debían servir para disuadir a posibles predadores. Sin embargo, pensamos que si sólo hubieran sido estructuras de hueso desnudas o forradas únicamente de piel podrían haber sufrido roturas o fracturas fácilmente con un golpe o al ser atacados por otros animales. Esto nos lleva a sugerir que estas espinas debieron estar protegidas por una funda córnea de queratina similar a lo que sucede en los cuernos de muchos mamíferos”. Dijo Gallina. “La importancia de este estudio radica, entre otras cosas, en que nos permite conocer un poco más sobre los dinosaurios que habitaron la zona de Patagonia Norte mucho antes del reinado que ejercieron durante el Cretácico Superior grupos de dinosaurios como los saurópodos titanosaurios o los terópodos abelisaurios sobre los que sabemos mucho más. Es con este objetivo que desde 2010 venimos explorando la zona de Bajada Colorada donde encontramos rocas de 140 millones de años atrás”, concluyó el investigador.

Pablo Gallina. Investigador adjunto del CONICET, junto a las reconstrucciones. Foto: gentileza Secretaría de Ciencia.
Los resultados de su estudio fueron publicados en "Scientific Reports".

- Fuente: Nota de prensa del CONICET

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